DIETA; NI HAMBRE NI COMIDA TRISTE


Ensalada de verduras variadas

A punto de dejar atrás el invierno y cuando la primavera llama ya a las puertas, es el momento en el que comienzan a proliferar las dietas, que surgen casi hasta debajo de las piedras. La mayoría son, cuando menos, de dudosa efectividad, y en muchas ocasiones un claro peligro para la salud. Empiezan a divulgarse las basadas en recuento de puntos, en ayunos de varios días, en la utilización de sopas que prometen “quemar” grasas, en la eliminación de carbohidratos o las que premian la proteína y demonizan frutas y verduras. En cualquier caso, absolutas aberraciones alejadas del más mínimo sentido común, y en ocasiones auténticas bombas para las arterias, para el páncreas y el hígado, que sufren los excesos de semejantes fórmulas hasta límites insospechados.
Pero si atendemos a la etimología de la palabra “dieta”, su significado está relacionado con el “régimen de vida”, y en ningún momento se vincula a la restricción o eliminación de la ingesta de alimentos. La dieta equilibrada ha de aportar los nutrientes y energía necesarios para el correcto funcionamiento del organismo y eso, lejos de requerir restricciones, precisa de una proporción adecuada de alimentos.
La proliferación de fórmulas con supuestos “efecto milagro” sobre la pérdida de peso es lo que hace que muchas personas se lancen a seguir cualquier dieta sin pensar en las nefastas consecuencias que puede tener en su organismo. Lo que importa parece ser bajar peso a costa de lo que sea, sin pararse a pensar en las causas que han llevado al sobrepeso. En la mayor parte de los casos ha sido una ingesta inadecuada de alimentos, en los que habrán predominado las grasas, los precocinados y el abuso de la sal.
En cualquier caso –siempre que hablemos de un sobrepeso moderado; otra cosa son trastornos importantes del metabolismo o enfermedades que requieren un tratamiento específico- la reducción de peso o de talla pasa, inexorablemente, por reducir también las calorías que se ingieren para equipararlas al consumo real de nuestro organismo, en función de la actividad que desarrollamos. No hay fórmulas magistrales ni milagros, sino una racionalización de la ingesta.

Frutas y verduras, necesarias para una alimentación sana y equilibrada
El problema es que se acostumbra a asociar la palabra “dieta” con sacrificio y hambre y, si esto ocurre, la fórmula no es válida. No han ayudado mucho –todo hay que decirlo- las tablas de alimentos que los médicos de familia manejaban y que incluían, invariablemente, ensalada y pechuga de pollo a la plancha, pan tostado y comida sosa, en general.
La clave –en eso están de acuerdo expertos en nutrición y alimentación- está en seguir la pirámide de alimentos que siempre se ha utilizado como base de una dieta sana y equilibrada, en la moderación en la ingesta y en aumentar la actividad física.
La asociación de dieta a pérdida de peso, y esta a comida aburrida y sin sabor no ha hecho sino alimentar el fracaso de quienes en algún momento se han propuesto bajar de peso, así que lo mejor es dejar atrás esos estereotipos y atreverse a experimentar con nuevos sabores, mezclar dulce y salado, aumentar la presencia de frutas y verduras frescas, reducir las grasas y afrontar un cambio en los hábitos de alimentación. En definitiva, convertir el acto de alimentarnos en algo divertido y sano, porque estos conceptos no tienen que ser antagónicos.
Si quieres alguna prueba, no tienes más que echar un vistazo a las recetas que aquí hemos dejado y seguir las que tenemos previsto proponer. Porque comida sana no es sinónimo de comida triste.

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